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EL MISTERIO DEL AMOR PACIENTE DE DIOS

Comentario sobre el cartel de la Semana Santa 2025

En Semana Santa, los cristianos celebramos el Misterio Pascual de Jesucristo, acontecimiento que nuestras celebraciones litúrgicas, actos de piedad, procesiones, representaciones, oraciones particulares, no pueden comprender ni contener en todo su significado, pero nos permiten balbucear el misterio del amor paciente de Dios, ese amor, que con la primera luna llena de primavera el Padre Dios vuelve nuevamente a ofrecer al alma de sus hijos.

Acerquemos con el cartel anunciador de la Semana Santa trujillana a conocer un poco más ese amor real y misterioso de Dios, manifestado en Jesús de Nazaret, su Hijo amado.

Un cartel en tono claro-oscuro, en blanco y negro, que nos permite descubrir detrás de cada detalle un color imprescindible para la celebración del Misterio Pascual. El marco donde se desarrolla la escena, es el templo de San Francisco, santuario parroquial que congrega a feligreses, a cofrades, a devotos, a visitantes, a los pasos; templo de inicio el Miércoles de Ceniza de la Cuaresma, de eucaristías, Via Crucis los viernes de Cuaresma, representación de la pasión… (observar en el cartel la sillería del coro y el órgano donde se sientan los cofrades para las celebraciones, el cuadro con la primera estación del Via Crucis en la pared (Jesús es condenado a muerte), y el altavoz que nos permite escuchar la Palabra de Dios y los textos de los ejercicios de piedad y representaciones en Cuaresma y Semana Santa).

Escena principal: Frente a Jesús, condenado a muerte por Pilatos, cautivo del amor de Dios por los hombres, un penitente implora misericordia en nombre de toda la comunidad cristiana de Trujillo. Jesús de Nazaret, que pronunció pocas palabras en su pasión, ahora suplica a quien se ha colocado con humildad delante de él (eso indica el cuerpo reclinado, el rostro tapado por la capucha, los ojos mirando hacia abajo en señal de dolor y arrepentimiento): “¡Mírame! El amor me ha hecho cautivo por tu libertad. Para sanar tu corazón, para que tu amor sea puro (eso indica la túnica blanca de Cristo, túnica que recuerda la de nuestro bautismo): tu amor ha de ser paciente como el mío, por eso, cuando todos te condenen y maltraten, aprende a mirar como yo te miro, con ternura; que tus labios siempre ofrezcan palabras de perdón y paz propias de un corazón manso; que tus manos no se dejen amarrar por el odio y la soberbia; que tus caprichos no aten la vida y libertad de los demás (la túnica de Cristo, manchada de sangre en su pasión, representa a todos los que sufren por mis pecados)”. En Semana Santa estamos invitados a ponernos el traje de cofrade, el traje de hermanos de una misma comunidad (el traje del cofrade del cartel es el de la Cofradía del Cristo Cautivo, que también lleva el nombre del Discípulo Amado San Juan, quien en su Evangelio nos invita a ser hermanos amándonos como Cristo nos amó), invitados a buscar silencio en el espacio sagrado de la oración que son los templos de San Francisco y San Martín de Tours participando en la celebraciones litúrgicas (eso significa el incienso que se eleva envolviendo la escena en un halo misterioso), a recorrer con humildad y deseo de arrepentimiento la estación procesional de penitencia en la que participemos, queriendo celebrar nuestro propio misterio pascual, el paso de una vida condicionada por mis esclavitudes y las que provoco a los hermanos, a una vida llena de la verdadera libertad que solo es posible conseguir acogiendo el amor paciente (misericordioso) de Dios. ¡Mira a Cristo! ¡Grita como Pilatos: “Ecce homo”, “he aquí el hombre” (Jn 19,5)! Pero querido cofrade, añade esta oración:

“No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

¿Te has fijado que las manos amarradas de Cristo sostienen un rosario? Nos recuerdan a quien le dio la vida humana, su Madre, la Virgen María. ¡Mira!, Jesús de Nazaret, nos anima a celebrar la Semana Santa acompañando a su madre y nuestra la Virgen María (Ntra. Sra. de las Angustias, Virgen de la Soledad, Virgen de los Dolores). Precisamente Nuestra Madre María, la que estuvo al pie de la Cruz y le recibió muerto en su regazo, es quien nos muestra la meta del Misterio Pascual de su Hijo: la resurrección. El cuadro de La Asunción de la Virgen María al cielo está al fondo de la imagen, indicando dos aspectos: como la Virgen María y los Apóstoles hemos de recorrer un camino horizontal con tiempo regalado y limitado, y, al término de nuestros días, otro camino vertical hacia el cielo; y algo fundamental para la Iglesia (eso simbolizan la imagen de la Virgen María con los Apóstoles en el cuadro) que con la celebración del Misterio Pascual en Semana Santa y cada Domingo ha de anunciar que en este tránsito de los hombres y mujeres por la historia la muerte no tiene la última palabra. La palabra última que brota de una vida entregada por amor a Dios y a los hombres es la resurrección, la victoria (así se llama nuestra Patrona, Virgen de la Victoria). El premio para todos aquellos que iluminados por la fe en Jesucristo intentan hacer un mundo mejor es la vida eterna, donde entrarán vestidos con la túnica blanca del bautismo lavada en la sangre del Cordero Pascual.

De la mano de la Virgen María, caminemos como hermanos hacia nuestra casa del cielo, donde estaremos a su lado, compartiendo mesa con todos los hombres y mujeres que nos han precedido en el amor a Dios.